Durante el último congreso de nuestra sociedad aprendí una palabra nueva: ageism. Me sorprendió no haber oído hablar, incluso sentí vergüenza. Desde entonces a menudo la nombro en mi puesto de trabajo y me entristece comprobar que no soy la única que la desconoce. De ahí que mi post no pudiera tratar de otro tema. El artículo que os comento fue publicado en mayo de este año en el Ageing Research Reviews y pretende identificar las herramientas que existen para medir la ageism y su uso para medir la prevalencia de este fenómeno en todo el mundo.
El primer estudio donde se utilizaba un instrumento para medir el ageism es del 1943 y fue publicado por Tuckman y Lorge, dieciséis años después Butler acuñaba la palabra para referirse al negativismo, prejuicio y estigma social hacia las personas mayores. En el 2015 la OMS definió el ageism como el prejuicio o discriminación hacia las personas mayores y/o al envejecimiento. A día de hoy esta palabra no está reconocida en nuestros diccionarios, ni en castellano ni en catalán así que me permito utilizar el término en inglés.
A Where are we now in relation to determining the prevalence of ageism in this era of escalating population ageing? las autoras identifican 25 herramientas de medición del ageism pero concluyen que sólo 6 se han utilizado desde su publicación para medir la prevalencia de este fenómeno en un total de 11 artículos. El top three son instrumentos de medida estadounidenses: la más utilizada, en 5 ocasiones, es la diseñada para Palmore en 2001 la Ageism Survey; la segunda fue desarrollada por Kogan, la Kogan s Attitudes Toward Old People que data de 1961 y que ha sido revisada 2 veces, la última en 1999 por Hilt & Lipschultz; y la tercera del podio es la ROPE, Relating to Old People Evaluation, diseñada por Cherrry y Pallmore el 2001.
En todos los casos las tasas de prevalencia variaron mucho y se obtuvieron con muestras pequeñas y a menudo de conveniencia. Por otra parte también hay que remarcar que se detectaron dos tipos de prevalencia del ageism: 1. El autoreportado por las experiencias vividas como ageistas por las propias personas mayores y 2. Las actitudes o comportamientos ageistas informados o reconocidos por personas jóvenes.
Sea como sea, se concluye que la prevalencia real podría variar mucho de los resultados de estos escasos estudios y que aunque a priori muchas personas pueden vivir el envejecimiento, también el propio, como algo negativo habría que diseñar más estudios y más amplios, y desarrollar herramientas de medida más fiables y más fáciles de usar.
Finalmente las autoras nos alientan a hacer este trabajo ya que para ellas el ageism podría convertirse en un futuro una fuerza social y política inquietante... Pensemos en ello!
Referencia:
Wilson, D. M. (2019). Where are we now in relation to determining the prevalence of ageism in this era of escalating population ageing?. Ageing research reviews.
Ana Rodríguez Marcos
Enfermera especialista en Geriatría, Parc de Salut Mar